A primera vista, el logo de Citroën —con sus característicos doble chevrón en forma de “V” invertida— puede parecer una simple elección estética o una abstracción moderna. Sin embargo, detrás de este diseño se esconde una historia profundamente mecánica, ligada al nacimiento de una de las innovaciones industriales más eficientes del siglo XX: los engranajes helicoidales.
Engranajes helicoidales: el punto de partida
Antes de convertirse en una figura clave de la industria automotriz, el joven André Citroën se dedicó a la ingeniería y al diseño de sistemas mecánicos. A inicios del siglo XX, durante un viaje a Polonia, se encontró con una tecnología que lo marcaría para siempre: los engranajes helicoidales con dientes en forma de “V”. A diferencia de los engranajes rectos tradicionales, los helicoidales permitían una transmisión de fuerza más suave y silenciosa, ideal para maquinaria de precisión.
Estos engranajes tenían una ventaja crucial: al encajar en ángulo, permitían un contacto progresivo entre los dientes, reduciendo el ruido y el desgaste. Citroën no tardó en patentar la idea y comenzar su producción en masa en Francia. El éxito de esta innovación no solo le dio fama, sino que también le inspiró visualmente: la forma del engranaje de doble hélice era exactamente el motivo que más tarde plasmaría en su emblema.
Del engranaje al emblema
El primer logo oficial del fabricante mostraba con claridad las dos puntas de flecha superpuestas, apuntando hacia arriba. Este doble chevrón era una representación estilizada de los dientes del engranaje helicoidal. Más allá de su funcionalidad, esta imagen transmitía progreso, técnica y modernidad: tres valores clave en los inicios de la industria automotriz.
Con el paso de los años, el logo evolucionó, pero siempre mantuvo su esencia. A lo largo de las décadas, el diseño fue suavizándose, modernizándose, adaptándose a las tendencias gráficas de cada época, pero sin abandonar nunca el símbolo original.
En las versiones más recientes, el doble chevrón se ha estilizado y enmarcado con líneas más fluidas, minimalistas y tridimensionales. No obstante, si se observan con atención las insignias actuales de los vehículos, aún se puede reconocer con facilidad la influencia directa de los engranajes helicoidales. Incluso los modelos más recientes continúan luciendo con orgullo ese diseño de flechas paralelas, como una firma silenciosa del legado mecánico de sus orígenes.
Más que un logo, una herencia industrial
En una época en la que los logos cambian constantemente buscando adaptarse al mercado, hay algo admirable en mantener una línea de diseño tan coherente durante más de un siglo. Este doble chevrón no es solo una marca: es un homenaje a una invención que revolucionó la industria.
Los entusiastas del automovilismo pueden valorar esta historia aún más cuando prestan atención a los detalles. Desde los emblemas en el volante hasta los relieves en el capó, la identidad visual de muchos autos modernos todavía transmite esa conexión con la precisión mecánica. Para quienes buscan complementar esta estética con elementos útiles y de calidad, existen opciones como accesorios para autos que combinan diseño contemporáneo con funcionalidad.
Un legado que sigue rodando
Hoy en día, ver un doble chevrón sobre el capó es más que identificar una marca. Es reconocer una historia de innovación, una curiosa conexión entre ingeniería y diseño gráfico, y la capacidad de una idea industrial de convertirse en un ícono cultural. El logo, nacido de un simple engranaje, sigue girando con fuerza sobre las rutas del mundo.